Enfrenta a la fiera, ¿Que te detiene?

Jun 2, 2023

¿Cuántas personas conoces que sus historias hablan más de lo que les hubiera gustado hacer que de los éxitos que lograron? Muchas personas prefieren guardar sus sueños en un cajón bien sellado con una cerradura difícil de romper.

Pude haberme sumado a ese puñado de seres muertos en vida, a esas personas que se les nota la tristeza en su mirada, a aquellos que nunca fueron capaces de rebelarse ante la adversidad que los acechaba como leones hambrientos.

Ahí estaba yo, una niña de tan solo 14 años, delante de mí aquella mirada, un carácter difícil de dominar, cualquiera que intentaba desafiar aquella figura paterna le esperaba una marca en la espalda o una palabra que a cualquiera haría cambiar de parecer al instante; temerosa, insegura, con la voz entrecortada y en posición de emprender la carrera por si tuviera que esquivar una bofetada, me sostuve delante de él para externar mis sueños, mis deseos, mis anhelos, esperando comprensión, apoyo y una pizca de confianza. No tuve nada de lo que yo esperaba.

Con mis sueños rotos lágrimas en mis ojos y mi alma destrozada, emprendí el viaje con la intención de lograr un sueño más grande. En mis pensamientos construí una Rosy diferente no calculé el riesgo al que me enfrentaría. Al llegar a la ciudad de México, las burlas por mi acento eran obvias, validé que no era buena para nada, no estaba en posición de desempeñarme en ninguna tarea por el hecho de no tener estudios ni la edad.

Aprendí a crecer lejos del seno familiar y regresar no era opción, lo que más extrañaba era sentarme en las piernas de mamá para saborear su sopa. Cuando pensaba en ella, lloraba en silencio y me sentí muy desamparada. Me sostuve de alguna fuerza que no conocía, las personas solían hablar de un Dios que escucha ayuda y protege, el caso es que yo le hablaba y no sentía su compañía, aún así decidí confiar, me acostumbré a tomar mis propias decisiones, la vida me moldeaba a su antojo y yo solo pensaba “Mañana será mejor que hoy” no me sentí con la capacidad de manejar mi vida, necesita re- dirección. Lo que se suponía que debía hacer no lo estaba haciendo, me fui de casa para mejorar mi vida y no mejoró.

Por mucho tiempo me castigué, me sentí culpable por mis decisiones, por haberme alejado de mis padres y por soñar un mundo distinto. Hubo momentos que me temía por mis propios sueños, mi mayor desafío fue superarme y dominarme. Avanzaba por la vida con una maleta llena de excusas, culpando a todos por no haber logrado nada grandioso ni que me hiciera sentir exitosa.

¿Cómo lo supere? Nunca lo he superado, solo me mantuve firme, mi fe en Dios se impregnó como un tatuaje en mi corazón, decidí honrar la vida que me fue dada metí la mano en la caja de los miedos y decidí enfrentarlos dominarlos y darles la indicación hacia donde vamos. Estoy muy agradecida por lo que no me dieron, eso rompió la cadena que me hubiera tenido atada a una vida que no era la mía.

¿Duele? Sí, descubrí que el punto de partida es el que yo misma trazo, que el éxito no está al alcance de todos porque el nivel de fe en ellos mismos es frágil, porque llevan una vida sin propósito, porque siguen esperando que Dios les responda de inmediato, que les haga las cosas más leves, que les cueste el menor esfuerzo y no es así, te invito a dejar de lado las falacias, no te sigas engañando, los decretos, las visualizaciones y todos los videos motivaciones ayudan, pero lo que te va a llevar del punto A al punto B es el propósito. Plan, enfoque, y ejecución.

Si Dios no tuvo limitaciones para tu creación porque te empeñas en ponértelas tú, vienes equipado para subir la montaña que quieras.

¿Qué es lo que harás hoy? La vida es un juego y tú decides quien gana

Rosy Nieto.. Co-autora del Best Seller “LA FUERZA DEL EMPRENDIMIENTO FEMENINO” fundadora de las marcas “ ,Espejo Emprendedor / Markndo Ideas. Socia de Kutsol, despacho especializado en Acumulación, Protección, retiro y salud.