APRENDIENDO A SOLTAR EL CONTROL

Aug 10, 2022

Busca rehabilitación y ayuda. No estás solo.

Hay un abismo de diferencia entre quienes pueden soltar el control y quienes se aferran a él como un modo de “dominar” la realidad para ponerle un freno a la incertidumbre.

Todos quisiéramos controlarlo todo y reducir así el riesgo de que cualquier cosa que no está a la orden de nuestros deseos, suceda. La mala noticia es que esto no es posible, y quienes no pueden soltar el control sufren muchísimo: Ansiedad, desesperación, síntomas corporales, angustia, tensiones, preocupaciones constantes, pensamientos negativos automáticos e ideas catastróficas de la vida, entre otras cosas.

No soltar el control tiene consecuencias. Cuánto más tratamos de controlarlo todo, más nos alejamos de hacerlo.

¿Realmente necesitamos tener el control?

El exceso de control suele desarrollarse en la niñez, donde aprendemos a controlar para tolerar situaciones impredecibles y ganar seguridad en ambientes donde nuestras necesidades NO eran reconocidas.

Paradójicamente, cuanto más tratamos de controlarlo todo, más nos alejamos de hacerlo.

Ser controlador/a es muy cansado, tanto para quienes están bajo ese control, como para la persona controladora, que se agota frente a no poder manejarlo todo y ver situaciones de peligro y amenazas todo el tiempo y en todos lados.

Estas son algunas de las consecuencias de querer controlarlo todo:

Estrés acumulado que puede llevarnos a sufrir ataques de pánico o experimentar aparición de ansiedad.

Sentir emociones como angustia, miedo, incertidumbre, desesperación.

Volvernos personas temerosas, que perciben todo como un peligro potencial.

Ver catástrofe en todos lados.

Los seres humanos tenemos una vena de rebeldía: nos rebelamos precisamente contra aquello que nos sobrepasa.

En otras palabras, tenemos la malsana costumbre de darnos de topes contra la pared. Porque eso que más nos estresa suele ser aquello que no está en nuestras manos resolver, y esa falta de control, percibida por el cerebro como un estado completo de indefensión, eleva al máximo los niveles de estrés.

La reacción más común es preocuparnos; pensar todo el tiempo cómo podríamos hacer para resolverlo (recuperar el control); y, claro, angustiarnos porque no encontramos la respuesta. Caemos así en un círculo vicioso que genera más estrés, hasta que el cuerpo protesta, trata de sacar la carga extra, y nos enfermamos.

Si preocupándonos resolviéramos las cosas, no habría problemas en el mundo, Pero no solamente no resolvemos los problemas, sino que empeoramos nuestra situación física y mental.

Por ejemplo, no puedes mandar en los sentimientos de otra persona, ni puedes resolver los problemas de cada miembro de tu familia o de cada uno de tus amigos. No puedes hacer que la economía del país repunte, y tampoco puedes desaparecer mágicamente una enfermedad terminal. No puedes evitar que los precios suban y los sueldos no alcancen.

Hay situaciones que simplemente no dependen de ti, y que por más que te esfuerces y te rompas el cerebro, no puedes evitar y mucho menos resolver. ¿No te parece inútil tanta preocupación?

No es fácil soltar el control. Sin duda conlleva salir de nuestra zona cómoda y poco valiente, pues implica enfrentarnos a una vida llena de retos, aprendizajes y enseñanzas en donde nos damos cuenta de que NADA es seguro, a excepción del momento PRESENTE. Cuando conectamos con el AHORA y dejamos de resistir el HOY, fluimos y sentimos la vida tal y como es, porque logramos soltar la necesidad de querer cambiar la realidad o buscar una perfección (inexistente).

Adaptabilidad es el secreto. Mientras más adaptable seas, mejor controlarás tu estrés. Acepta que hay cosas que te sobrepasan y que no está en tus manos solucionar, y no te angusties por ello.

Marina Ishtar Terapeuta Conferencista

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